sábado, enero 07, 2006

Debería estar prohibido

Así como están prohibidas las drogas, debería estar prohibido enamorarse.
Siempre he pensado que las drogas están prohibidas porque van contra la lógica de la productividad. En una sociedad que exige trabajar y producir, no se puede andar eligiendo libremente el estado de conciencia en el que uno quiere estar.
Pues con el amor pasa algo parecido.
A uno se le olvida eso de trotar una vez por semana, los 200 abdominales, la tesis que debe avanzar, la escritura, el blog, los deberes. Los que trabajan probablemente gastan más tiempo del debido en el teléfono o en messenger, o simplemente, mientras miran la pantalla del computador, están volando en la estratósfera, imaginando cosas que sucederán, recordando curvas, anhelando estar en otro lado. Se pasan los dedos de las manos por la nariz y allí hay un olor conocido y deseado.
Es una suerte de fascinación. Un encantamiento.

Si mal no recuerdo, Freud decía que el desarrollo de la mente, y luego el progreso de la civilización estaban originariamente destinados a asegurar el placer. Es decir, si el aparato mental funcionara dirigido por el principio del placer de manera primitiva, sería un dispositivo por el que la energía (la pulsión) pasaría rápidamente hacia la descarga. Pero la cosa evoluciona desde aquello para asegurar un placer más estable y más a largo plazo. Así nace la mente, el pensamiento, el trabajo, el progreso, la civilización. Para tramitar la energía pulsional (y bueno, sublimarla, a veces).
En este proceso, el desarrollo de uno mismo hacia la inteligencia, la productividad y la transformación en personas atractivas, está orientado a conseguir el objeto de deseo que nos completa. Pero resulta, que cuando lo conseguimos ya no queremos trabajar, nuestra inteligencia se ve claramente disminuida, y el desarrollo de la sociedad nos importa un poco menos. Todo aquello que creamos para asegurarnos el placer, cuando lo tenemos entre manos, nos sobra y preferimos pasarnos mirando a los ojos al otro en lugar de la pantalla del computador, yacer con las piernas entrelazadas en lugar de levantarnos, conversar de cualquier cosa en vez de teorizar acerca de el que sea nuestro interés profesional. Y si es invierno peor, porque preferimos quedarnos bebiendo una copa, viendo una buena película debajo del plumón, en lugar de salir a buscar algo de vida social.
Entonces, en pos de la coherencia social, ¡o legalizamos las drogas o prohibimos el enamoramiento! O, en última instancia, retrocedemos hasta ser reptiles.