miércoles, mayo 10, 2006

De lejos

Como no tengo tiempo para escribir, posteo una carta de un amigo que está bonita (plagiando para subsistir....qué bajo!!):

Hola querida amiga!

De pronto, con el sigilo de la aurora, la memoria (ese capricho que se manda solo cuando quiere, y que casi siempre quiere) me llevó primero hasta tu rostro (sonriente), luego hasta tu nombre, luego hasta tu voz (y sobre todo hasta ella, quién sabe por qué) y finalmente, por qué no decirlo (si ya te lo he dicho, además), hasta tus “caderas” (no me quiero poner ordinario, pero tú me entiendes). A veces miro a mi alrededor y me pregunto qué sentido tiene todo esto (lo adolescente no se quita fácilmente, si es que se quita). Luego, por suerte, me río y comprendo que reírse, disfrutar, sentir el placer de existir es ese sentido. Quizá es esa viveza con que te he visto disfrutar de las cosas la que me llevó esta noche a recordarte y a querer enviarte un saludo, y a decirte que ¿por qué no hacemos un carrete? Claro que no es tan fácil. Está la distancia, y también la distancia que la soledad de este pueblo (no soledad de gente, que hay harta, sino soledad de amigos, que hay pocos) ha puesto entre mí y el carrete. Ya casi no busco a la gente (cualquiera diría que la rehuyo, pero no es así, ése no es mi estilo, o al menos no el más común, creo, aunque en realidad a veces me da lata estar con gente, pero todos sabemos que eso le pasa a todo el mundo, que es normal, que lo raro sería que no me pasara, que si me pasa debe ser por algo, y que se me va a quitar luego, porque ya no tengo edad para irme en esas voladas, qué dirían los psicólogos, las etapas del desarrollo, etc.). Van a ser las dos de la mañana, hace frío. Una vez, hace años (qué increíble que de pronto esa expresión comienza a hacerse más frecuente de lo que uno esperaría), Felipe Burrows me dijo que el pensamiento le daba frío. No quiero quitarle a ese comentario el inmenso valor poético que de hecho tiene, pero se me ocurre que Felipe debe haber pensado harto mientras vivía en Villarrica, y un poco por eso dijo lo que dijo.

El otro día fui a hablar con el juez de menores, por un asunto de la pega. Yo andaba bien chascón y con el pelo bastante largo. El juez me empezó a hablar como viejito arteresclorótico y, entre otras barbaridades, me comentó como de pasada (a propósito de un menor que usaba el pelo chascón) que él tenía la idea de que los chascones eran terroristas. Después me prestó un libro fundamentalísimo para el buen funcionamiento del juzgado (libro que, por supuesto, me llevé, un poco por un afán perverso de ver qué pasaba) y, por supuesto, dicho funcionamiento se desbarató por completo y días después recibí unos llamados atroces del secretario del juzgado, diciéndome que necesitaba el libro urgentemente, que ese tipo de documentos no podían sacarse del juzgado, etc. Yo sentí un placer indescriptible por esto de estar causando un desajuste administrativo radical y, evidentemente, me hice de rogar, y no devolví el libro hasta unos días después. Me gustaría que hubieras visto la cara de alivio que había en cada uno de los funcionarios de esa institución cuando vieron aparecer el libro (que no sólo se lo habían llevado, sino que además estaba en manos de un terrorista). Trataron de retarme y todo eso, pero estaban atados de manos, porque el mismísimo señor juez me había facilitado el famoso libro, y un juez es algo así como un caballero al cual hay que respetarle todos sus delirios.

Bueno, se hace tarde y corro el riesgo de entrar en ese tipo de reflexiones existenciales que pueden volverlo a uno un terrorista de la cabeza (aunque no por el pelo, se entiende). Espero que estés bien, contenta, disfrutando de los placeres varios que existen. A propósito de dos de esos placeres, hace un rato le escribía a Cristóbal que, pese a las contrariedades existenciales, por fortuna siempre está la amistad, que es una especie de joya inviolable, un tesoro que no puede ser escondido. Y la mujer, que es una joya... Bueno, no quiero decir groserías. Pero de que es también, a su modo, una especie de tesoro, lo es.

Ojalá podamos vernos pronto (dicho sea de paso, mi casa está abierta para una visita; quizá en verano te animas, quién sabe, hasta podríamos juntarnos un grupo, el Edmundo me dijo que tenía ganas de venir, lo mismo Cristóbal). Mientras tanto, un abrazo!