miércoles, mayo 10, 2006

Sócrates y Setarcos

Otro plagio. Un mail del mismo amigo (que me interpela de algún modo):

Ayer mi esposa se preguntaba si era su marido un intelectual o un artista. Por supuesto que era una pregunta retórica (o sea no era una pregunta en absoluto), pues ella había definido la respuesta antes de que se le ocurriera la pregunta. (Mi esposa es una mujer especial. Por ejemplo, ella "encuentra" relojes de vez en cuando, como si brotaran de los muebles--jamás ha tenido que comprar un reloj, jamás ha pagado por el tiempo.) Sin embargo, su marido ha decidido contestarle de todos modos, diciéndole que él es las dos cosas, que su existencia es en realidad una co-existencia, que su ser (runa) es dos seres, dos espíritus, dos fuerzas contrapuestas, dos nombres: Sócrates y Set Arcos. Sócrates es un pensador, un hombre teórico, un sujeto especulativo y reflexivo que concentra su sangre en la cabeza; Set Arcos es un tipo impulsivo e irracional, que toma decisiones apresuradas según su estado de ánimo, como un gato que sigue sus instintos, toda su sangre en el estómago. Sócrates es un ciego buscador de la verdad, que es su valor supremo por sobre todas las cosas, incluso por sobre la vida; para Set Arcos la verdad no es más que uno de los mil juegos posibles que tiene la vida, de modo que jamás renunciaría a la vida sólo por uno de sus juegos. Sócrates piensa que el placer del cuerpo es una cadena, una cárcel del alma; Set Arcos cree en cambio que es el alma la cárcel del cuerpo. Sócrates se abalanza sobre el mundo para convencerlo de su error, para que el mundo razone, como un sacerdote desesperado, como un misionero en el centro de la apostasía; Set Arcos no se ocupa del mundo, salvo cuando ha de proveerse alimento o satisfacción sexual o algún otro goce de similar naturaleza. Sócrates ve en las artes una especie de debilidad del espíritu, y está dispuesto a expulsar a los poetas de la ciudad; Set Arcos ama la belleza aunque se le diga que es falsa, y no se preocupa de quién está o no está en la ciudad, porque no cree en la ciudad. Para Sócrates, la gente vive obnubilada por un universo ilusorio y efímero inventado por los sentidos, esas palas infieles que han cavado una morada subterránea postiza debajo de la realidad; para Set Arcos no hay nada más cierto que un beso, una melodía, un buen gol, un orgasmo o un plato de porotos granados bien condimentados, y jamás habría imaginado otro mundo que el suyo. La geometría, la lógica, la física, la metafísica y la ética son para Sócrates las disciplinas supremas, aquéllas que levantan a los hombres hacia las alturas de lo ideal; "disciplina" es una palabra que Set Arcos rehuye, libre como está en el harem de sus musas, bebiendo poesía y degustando torpes divagaciones infundadas sobre la naturaleza humana, que más está para gozarse que para estudiarse. Que estos dos no se pongan nunca de acuerdo es algo que sufro y disfruto; me gusta ser uno de día y otro por las noches, aunque cada uno reclama para sí el día completo, de modo que en definitiva siempre soy los dos al mismo tiempo, por más que Sócrates insista en que aquello no es posible y Set Arcos se queje tan a menudo de que el otro lo está volviendo loco.

De lejos

Como no tengo tiempo para escribir, posteo una carta de un amigo que está bonita (plagiando para subsistir....qué bajo!!):

Hola querida amiga!

De pronto, con el sigilo de la aurora, la memoria (ese capricho que se manda solo cuando quiere, y que casi siempre quiere) me llevó primero hasta tu rostro (sonriente), luego hasta tu nombre, luego hasta tu voz (y sobre todo hasta ella, quién sabe por qué) y finalmente, por qué no decirlo (si ya te lo he dicho, además), hasta tus “caderas” (no me quiero poner ordinario, pero tú me entiendes). A veces miro a mi alrededor y me pregunto qué sentido tiene todo esto (lo adolescente no se quita fácilmente, si es que se quita). Luego, por suerte, me río y comprendo que reírse, disfrutar, sentir el placer de existir es ese sentido. Quizá es esa viveza con que te he visto disfrutar de las cosas la que me llevó esta noche a recordarte y a querer enviarte un saludo, y a decirte que ¿por qué no hacemos un carrete? Claro que no es tan fácil. Está la distancia, y también la distancia que la soledad de este pueblo (no soledad de gente, que hay harta, sino soledad de amigos, que hay pocos) ha puesto entre mí y el carrete. Ya casi no busco a la gente (cualquiera diría que la rehuyo, pero no es así, ése no es mi estilo, o al menos no el más común, creo, aunque en realidad a veces me da lata estar con gente, pero todos sabemos que eso le pasa a todo el mundo, que es normal, que lo raro sería que no me pasara, que si me pasa debe ser por algo, y que se me va a quitar luego, porque ya no tengo edad para irme en esas voladas, qué dirían los psicólogos, las etapas del desarrollo, etc.). Van a ser las dos de la mañana, hace frío. Una vez, hace años (qué increíble que de pronto esa expresión comienza a hacerse más frecuente de lo que uno esperaría), Felipe Burrows me dijo que el pensamiento le daba frío. No quiero quitarle a ese comentario el inmenso valor poético que de hecho tiene, pero se me ocurre que Felipe debe haber pensado harto mientras vivía en Villarrica, y un poco por eso dijo lo que dijo.

El otro día fui a hablar con el juez de menores, por un asunto de la pega. Yo andaba bien chascón y con el pelo bastante largo. El juez me empezó a hablar como viejito arteresclorótico y, entre otras barbaridades, me comentó como de pasada (a propósito de un menor que usaba el pelo chascón) que él tenía la idea de que los chascones eran terroristas. Después me prestó un libro fundamentalísimo para el buen funcionamiento del juzgado (libro que, por supuesto, me llevé, un poco por un afán perverso de ver qué pasaba) y, por supuesto, dicho funcionamiento se desbarató por completo y días después recibí unos llamados atroces del secretario del juzgado, diciéndome que necesitaba el libro urgentemente, que ese tipo de documentos no podían sacarse del juzgado, etc. Yo sentí un placer indescriptible por esto de estar causando un desajuste administrativo radical y, evidentemente, me hice de rogar, y no devolví el libro hasta unos días después. Me gustaría que hubieras visto la cara de alivio que había en cada uno de los funcionarios de esa institución cuando vieron aparecer el libro (que no sólo se lo habían llevado, sino que además estaba en manos de un terrorista). Trataron de retarme y todo eso, pero estaban atados de manos, porque el mismísimo señor juez me había facilitado el famoso libro, y un juez es algo así como un caballero al cual hay que respetarle todos sus delirios.

Bueno, se hace tarde y corro el riesgo de entrar en ese tipo de reflexiones existenciales que pueden volverlo a uno un terrorista de la cabeza (aunque no por el pelo, se entiende). Espero que estés bien, contenta, disfrutando de los placeres varios que existen. A propósito de dos de esos placeres, hace un rato le escribía a Cristóbal que, pese a las contrariedades existenciales, por fortuna siempre está la amistad, que es una especie de joya inviolable, un tesoro que no puede ser escondido. Y la mujer, que es una joya... Bueno, no quiero decir groserías. Pero de que es también, a su modo, una especie de tesoro, lo es.

Ojalá podamos vernos pronto (dicho sea de paso, mi casa está abierta para una visita; quizá en verano te animas, quién sabe, hasta podríamos juntarnos un grupo, el Edmundo me dijo que tenía ganas de venir, lo mismo Cristóbal). Mientras tanto, un abrazo!